jueves, 15 de noviembre de 2012

Origen del título La Séptima Fase. Identidad



Aunque empecé a escribir a finales del año 2000, la novela no empezó a coger cuerpo hasta un año después. En 2004, casi acabada, me encontré con un pequeño problema: ¿cómo le pongo a la criatura? Desde entonces, y hasta prácticamente el año 2010, mantuve provisionalmente el título “La Quinta Columna”.

El RAE nos dice de dicha expresión, que se usa para designar a un “grupo organizado que en un país en guerra, actúa clandestinamente en favor del enemigo”. Había oído esa expresión durante la carrera, en clase de Historia Moderna, aplicada a los moriscos granadinos. Me pareció perfecta, porque reflejaba de manera metafórica uno de los aspectos de la historia que más quise resaltar desde el principio: la lucha interior que experimentan los personajes.

¿Qué pasó entonces? ¿Por qué no lo mantuve? Corría el año 2005 (tal vez 2006), cuando mi novia me preguntó que de dónde había sacado ese título, porque JJ Benítez había publicado en 1990 una obra titulada “La Quinta Columna” donde habla de la presencia de extraterrestres en nuestro planeta, los cuales, como leo en una sinopsis, “nos visitan, controlan e incluso se han infiltrado...”

Dicho esto, para que me acusaran de plagio sólo faltaba que además de usar ese título firmara la novela con mi nombre real (JJ.....). Lo gracioso del tema, es que cuando mi novia me habló de ello, recordé que en efecto yo había oído hablar de ese libro. Fue en un programa de radio, a principios de los años noventa. Lo menos gracioso y evidente, es que me tocó volver a quebrarme la cabeza para encontrar un título alternativo.

Adiós a la expresión perfecta. JJ: no te guardo rencor, pero me hiciste polvo. Durante años busqué sin suerte una frase que resumiera la lucha interior que experimentan los personajes de mi historia. Uno que me gustara, claro. Pero el tiempo y la frustración me hicieron entender que no podía seguir orbitando alrededor de un aspecto tan concreto. Tenía que ampliar mi campo de visión, y como resultado decidí buscar una frase que reflejara tanto el género como alguna de las tramas principales.

La suerte llamó a mi puerta en 2009 a través de la película “La Cuarta Fase”, protagonizada por Milla Jovovich. Fue tal la indignación que sentí al verla, que me puse a buscar información sobre quién había establecido esos cuatro tipos de experiencias OVNI, y en qué consistía cada una. Descubrí que la clasificación inicial de Josef Allen Hynek sólo incluía tres clases de encuentros cercanos. Posteriormente se añadieron otras, si bien no todas cuentan con el mismo grado de aceptación por parte de la comunidad ufológica.

(Adenda: En el blog La Exuberancia de Hades encontrarás un fantástico post sobre los encuentros cercanos y la clasificación de Josef A. Hynek)

Tenía que arreglármelas como fuera para extraer un título de esa veta, porque si hablas de extraterrestres y ciencia ficción, no hay nada más evocador que la expresión “número ordinal + fase”. Sin embargo, había una cuestión de fondo que no me cuadraba. La clasificación se había hecho desde la perspectiva de la especie humana, y si en mi novela sostengo que existen miles o millones de especies similares a la nuestra por todo el Universo, ¿cómo voy a apoyar una clasificación basada en el punto de vista de una sola de esas especies, por mucho que sea la mía? La solución fue muy simple: reformular la clasificación original de Josef Allen Hynek.

Quería imprimir una visión mucho más amplia de la fenomenología OVNI, y para ello hice tres consideraciones básicas. Uno: el esquema debía ser igual de válido con independencia de las especies que interactúen. Dos: los actores debían ser agentes más activos. Tres: todo contacto es un acto comunicativo.

Quería profundizar en los detalles de la interacción que se produce entre los actores. La interacción como acto comunicativo debía ser el hecho principal de cada tipo de contacto extraterrestre. Con esto aclarado me enfrenté a otro problema: necesitaba emplear unos conceptos flexibles que enmarcaran los distintos tipos de interacciones.

El concepto “Fase” o “Tipo” implicita una escalaridad que hace del contacto un hecho cerrado donde ocurren o pueden ocurrir cosas imprecisas. En la novela contemplo una gran variedad de interacciones, y por tanto, de cara a establecer una clasificación, necesitaba unas categorías que actuaran como marcos fenomenológicos capaces de albergar distintos tipos, algunas de ellas de gran alcance. La categoría elegida fue la de “estado”.

Para ordenar los estados me basé no ya en el grado de contacto o certidumbre, sino en el tipo de comunicación que se produce entre los actores. Cada estado no es sino un marco fenomenológico independiente. Por tanto, aunque el resultado final muestre cierta gradación (estado 1, estado 2, estado 3, etc), esa rigidez sólo es aparente. Siempre hemos de verla como un efecto derivado de las características propias de las interacciones explicitadas.

Es algo que quería evitar por todos los medios, aunque no lo conseguí del todo. y no lo conseguí porque me enfrenté a una barrera insalvable: tenía que empezar por algún criterio.

Con esto ya había logrado sentar las bases para reformular a mi manera el esquema clásico. Cada estado podría englobar uno o varios tipos de interacciones, flexibilidad que me permitió jugar con escenarios, hechos, personajes, tiempos, actitudes, etc. El resultado es una clasificación basada en nueve estados.

Fue tal el esfuerzo mental que hice para conceptualizarlos y materializarlos, que decidí situar aquello en algún momento crucial de la novela. Después de barajar distintas posibilidades entendí que sería el broche perfecto para el interrogatorio.

Pero volviendo al tema central de este artículo, ¿de dónde saqué el título de la obra? Fue fácil de decidir. Me basé en la actividad que desarrollan algunos de los protagonistas de la historia. Será Pablo Peña Montes quien utilice la expresión séptima fase para referirse al séptimo estado. Se trata de mi particular y humilde homenaje a J.A. Hynek.

Tiempo después de fijar el título, cuando entendí que no me enfrentaba a una novela sino a una saga, me encontré con total libertad para buscar una expresión que reflejara esa vertiente psicológica que tantos quebraderos de cabeza me dio en su momento. De ahí el subtítulo Identidad.

En cualquier caso, me gustaría hacer una aclaración. Como acabo de decir, a partir de un momento dado comprendí que tenía entre manos una saga, no una novela. ¿Qué significa esto? Pues que las luchas interiores no sólo van a estar presentes en la primera entrega. De hecho, será en la segunda entrega donde podremos conocer el lado más oscuro de algunos personajes: su carácter, sus intenciones, la especie a la que pertenece en realidad...

(Entrada actualizada el 2 de febrero de 2013)

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