Aunque
empecé a escribir a finales del año 2000, la novela no empezó a
coger cuerpo hasta un año después. En 2004, casi acabada, me
encontré con un pequeño problema: ¿cómo le pongo a la criatura?
Desde entonces, y hasta prácticamente el año 2010, mantuve
provisionalmente el título
“La Quinta Columna”.
El
RAE nos dice de dicha expresión, que se usa para designar a un
“grupo
organizado que en un país en guerra, actúa clandestinamente en
favor del enemigo”. Había oído esa expresión
durante la carrera, en clase de Historia Moderna, aplicada a los
moriscos granadinos. Me pareció perfecta, porque reflejaba de manera
metafórica uno de los aspectos de la historia que más quise
resaltar desde el principio: la lucha interior que experimentan los
personajes.
¿Qué
pasó entonces? ¿Por qué no lo mantuve? Corría el año 2005 (tal
vez 2006), cuando mi novia me preguntó que de dónde había sacado
ese título, porque JJ Benítez había publicado en 1990 una obra
titulada “La Quinta Columna” donde habla de la presencia de
extraterrestres en nuestro planeta, los cuales, como leo en una
sinopsis, “nos visitan, controlan e incluso se han
infiltrado...”
Dicho
esto, para que me acusaran de plagio sólo faltaba que además de
usar ese título firmara la novela con mi nombre real
(JJ.....). Lo gracioso del tema, es que cuando mi novia me habló de
ello, recordé que en efecto yo había oído hablar de ese libro. Fue
en un programa de radio, a principios de los años noventa. Lo menos
gracioso y evidente, es que me tocó volver a quebrarme la cabeza
para encontrar un título alternativo.
Adiós
a la expresión perfecta. JJ: no te guardo rencor, pero me hiciste
polvo. Durante años busqué sin suerte una frase que resumiera la
lucha interior que experimentan los personajes de mi historia. Uno
que me gustara, claro. Pero el tiempo y la frustración me hicieron
entender que no podía seguir orbitando alrededor de un aspecto tan
concreto. Tenía que ampliar mi campo de visión, y como resultado
decidí buscar una frase que reflejara tanto el género
como alguna de las tramas
principales.
La
suerte llamó a mi puerta en 2009 a través de la película “La
Cuarta Fase”, protagonizada por Milla Jovovich. Fue tal la
indignación que sentí al verla, que me puse a buscar información
sobre quién había establecido esos cuatro tipos de experiencias
OVNI, y en qué consistía cada una. Descubrí que la clasificación
inicial de Josef Allen Hynek sólo incluía tres clases de
encuentros cercanos. Posteriormente se añadieron otras, si bien no todas cuentan con el mismo grado de aceptación por parte de la comunidad ufológica.
(Adenda: En el blog La Exuberancia de Hades encontrarás un fantástico post sobre los encuentros cercanos y la clasificación de Josef A. Hynek)
(Adenda: En el blog La Exuberancia de Hades encontrarás un fantástico post sobre los encuentros cercanos y la clasificación de Josef A. Hynek)
Tenía
que arreglármelas como fuera para extraer un título de esa veta,
porque si hablas de extraterrestres
y ciencia ficción, no hay nada más evocador que la expresión
“número ordinal + fase”. Sin embargo, había una cuestión de
fondo que no me cuadraba. La clasificación se había hecho desde la
perspectiva de la especie humana, y si en mi novela sostengo que
existen miles o millones de especies similares a la nuestra por todo
el Universo, ¿cómo voy a apoyar una clasificación basada en el
punto de vista de una sola de esas especies, por mucho que sea la
mía? La solución fue muy simple: reformular la clasificación
original de Josef Allen Hynek.
Quería
imprimir una visión mucho más amplia de la fenomenología OVNI, y
para ello hice tres consideraciones básicas. Uno: el esquema debía ser igual de válido con independencia de las especies que interactúen. Dos: los actores debían ser agentes más activos. Tres: todo contacto es un acto comunicativo.
Quería profundizar en los detalles de la
interacción que se produce entre los actores. La interacción como
acto comunicativo debía ser el hecho principal de cada tipo de
contacto extraterrestre. Con esto aclarado me enfrenté a
otro problema: necesitaba emplear unos conceptos flexibles que
enmarcaran los distintos tipos de interacciones.
El
concepto “Fase” o “Tipo” implicita una escalaridad que hace del contacto un hecho cerrado
donde ocurren o pueden ocurrir cosas imprecisas. En la novela
contemplo una gran variedad de interacciones, y por tanto, de cara a establecer una
clasificación, necesitaba unas categorías que actuaran como marcos
fenomenológicos capaces de albergar distintos tipos, algunas de ellas de gran alcance. La categoría elegida fue la de “estado”.
Para
ordenar los estados me basé no ya en el grado de contacto o
certidumbre, sino en el tipo de comunicación que se produce entre
los actores. Cada estado no es sino un marco fenomenológico
independiente. Por tanto, aunque el resultado final muestre cierta
gradación (estado 1, estado 2, estado 3, etc), esa rigidez sólo es
aparente. Siempre hemos de verla como un efecto derivado de las
características propias de las interacciones explicitadas.
Es algo que quería evitar por todos los medios, aunque no lo conseguí del todo. y no lo conseguí porque me enfrenté a una
barrera insalvable: tenía que empezar por algún criterio.
Con
esto ya había logrado sentar las bases para reformular a mi manera
el esquema clásico. Cada estado podría englobar uno o varios tipos
de interacciones, flexibilidad que me permitió jugar con
escenarios, hechos, personajes, tiempos, actitudes, etc.
El resultado es una clasificación basada en nueve estados.
Fue
tal el esfuerzo mental que hice para conceptualizarlos y
materializarlos, que decidí situar aquello en algún momento crucial
de la novela. Después de barajar distintas posibilidades entendí
que sería el broche perfecto para el interrogatorio.
Pero
volviendo al tema central de este artículo, ¿de dónde saqué el
título de la obra? Fue fácil de decidir. Me basé en la actividad que
desarrollan algunos de los protagonistas de la historia. Será Pablo
Peña Montes quien utilice la expresión séptima fase para
referirse al séptimo estado. Se trata de mi particular y humilde homenaje a
J.A. Hynek.
Tiempo
después de fijar el título, cuando entendí que no me enfrentaba a
una novela sino a una saga, me encontré con total libertad para
buscar una expresión que reflejara esa vertiente psicológica que
tantos quebraderos de cabeza me dio en su momento. De ahí el
subtítulo Identidad.
En cualquier caso, me gustaría hacer una aclaración. Como acabo de decir, a partir de un momento dado comprendí que tenía entre manos una saga, no una novela. ¿Qué significa esto? Pues que las luchas interiores no sólo van a estar presentes en la primera entrega. De hecho, será en la segunda
entrega donde podremos conocer el lado más oscuro de algunos
personajes: su carácter, sus intenciones, la especie a la
que pertenece en realidad...
(Entrada actualizada el 2 de febrero de 2013)
(Entrada actualizada el 2 de febrero de 2013)
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